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Jesús estaba en Betania, en casa de Simón al que llamaban el leproso. Mientras comían, llegó una mujer con un frasco de alabastro lleno de un perfume hecho de nardo puro, muy costoso. Rompió el frasco y derramó el perfume sobre la cabeza de Jesús. Algunos de los que estaban allí se enojaron y se decían unos a otros:

―¿Para qué se desperdició este perfume? Podía haberse vendido por más de trescientas monedas de plata, y dárselas a los pobres. Y reprendían duramente a la mujer.

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